FICHA
DE LA PELÍCULA |
Taxi Driver. (Taxi Driver) |
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Director: | Martin Scorsese |
Año: | 1976 | |
País: | USA | |
Categoria: | Drama | |
Actores: | Robert De Niro (as Travis Bickle (as Robert DeNiro)), Cybill Shepherd (as Betsy), Peter Boyle (as Wizard), Jodie Foster (as Iris Steensma), Harvey Keitel (as 'Sport' Matthew), Leonard Harris (II) (as Charles Palantine), Albert Brooks (as Tom), Diahnne Abbott (as Concession Girl), Frank Adu (as Angry Black Man), Victor Argo (as Melio (as Vic Argo)), Gino Ardito (as Policeman at Rally), Garth Avery (as Iris' Friend), Harry Cohn (II) (as Cabbie in Bellmore), Copper Cunningham (as Hooker in Cab), Brenda Dickson-Weinberg (as Soap Opera Woman (as Brenda Dickson)) |
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Sinopsis: Un hombre que padece insomnio se dedica durante las noches a hacer el taxi en Nueva York. Durante su viaje poco a poco se va desquiciando y entra en una espiral de violencia. |
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Critica: Fuerza sinérgica y pura catarsis artística. Taxi Driver conjuga la escritura feroz de supuestos resortes moralistas del calvinista Paul Schrader (total conocedor de la obra de realizadores fuera de sus fronteras natales, como Robert Bresson –indefectiblemente, por ello, la similitud de la historia y estructura con la de Pickpocket-), con la mirada genuina y contundente del católico Martin Scorsese (Schrader llegó a declarar que parte del éxito del resultado final se debía a que él escribió un guión protestante, frío y aislado, y Scorsese dirigió una película católica), además del trabajo de la piedra angular que termina de conducir toda esa fuerza: Robert De Niro, en uno de los trabajos interpretativos más complicados y mejor compuestos, el de Travis Bickle. Si a toda esta sinergia se le suma el aliciente de estar envuelta por la última banda sonora que compuso el maestro Bernard Herrmann, Taxi Driver es merecedora de estar entre los primeros puestos de los mejores films de la historia del cine, y de haber acumulado numerosos reconocimientos críticos y premios tan prestigiosos como la Palma de Oro y Mejor Actor en Cannes. A partir de las cálidas y sensoriales rupturas musicales, a través de solos de saxo o percusión amenazante, nos adentramos en la jungla de asfalto de Nueva York, un verano asfixiante con aceras llenas de basura y marginados sociales, vapores de alcantarilla y luces cegadoras de neón. Travis Bickle es un solitario taxista que sufre insomnio; teniendo a su familia lejos de la metrópolis y ningún amigo cerca, decide aprovechar los tiempos insufriblemente muertos aceptando una jornada laboral de doce horas diarias, siete días a la semana, y sin restricción alguna en cuanto a llevar su taxi hasta barrios conflictivos. Las noches le representarán una bajada a los infiernos, donde comenzará a hallar rencillas interiores de odio, asco y pesadumbre por todas esas personas con las que va tomando contacto: un hombre (interpretado por el propio Martin Scorsese) que espía a su mujer mientras le es infiel, decidiendo cómo la va a matar; un chulo conocido como Sport (Harvey Keitel) que saca a golpes del taxi a Iris (joven y contundente Jodie Foster), prostituta de apenas trece años, que intenta sin éxito escapar de manos de éste; varias parejas que practican el sexo en el asiento trasero y que dejan rastros de semen y sangre; y hasta un senador en plena campaña electoral que acepta las fascistas declaraciones del propio Travis respecto a la limpieza de “basura humana” que pulula por las aceras. El espectáculo que se visiona en primera fila desde el automóvil, que sirve de coraza y burbuja divisadora de un Nueva York apocalíptico, se contrapone al periodo diurno, donde el tedio, la inutilidad y la incultura de Travis le hacen parecer un fantasma viviente; está rodeado de gente pero todos son desconocidos (incluso el espectador no sabe casi ningún dato personal de Travis –se supone que tiene familia porque escribe a sus padres, y la mayor relación cotidiana son unos escasos minutos compartiendo mesa y café con sus compañeros de trabajo-.). Hasta que un día aparece ante sus ojos la imagen de “un ángel salido entre la multitud”; se trata de Betsy (Cybill Sheperd), una atractiva joven que trabaja en la campaña electoral del senador Pallantine, a la cual invitará a una cita, terminando por suceder el punto de inflexión que encarrila a Travis a una total conversión y explote que se va brillantemente suponiendo. Él no sabe nada de cine (cree lo más normal llevar a una novia a una sesión de cine porno), ni de música (por mucho que diga que su reproductor está estropeado y no puede escuchar el disco de Kris Kristofferson que Betsy le recomienda, el espectador imagina que es mentira y que tal aparato no existe), se atiborra de abducciones de telebasura (sobresaliente la escena del rifirrafe con la televisión que termina fracturada en el suelo de su vetusto apartamento), y está la mayor parte del tiempo dopado de anfetaminas. Su vida, como la efervescencia de la pastilla en el vaso del agua, le sugiere una incomprensión tanto hacia el extremo de los desahuciados morales (prostitutas, chulos o negros) como hacia las cotas de cultos y modernos, como la propia Betsy, o de cierto poder (el senador y esos viciosos que se suponen de alto caché, jugueteando en su taxi con prostitutas). Sumergido en un intermedio de mediocridad, llegando al autismo social y cultural, que nos acerca desde ese punto de vista subjetivo, y apoyado en una voz en off muy interior y evocadora de sensaciones, es un alma humana que deambula a contrarreloj en un fluir agónico de la sociedad contemporánea. La historia es un acto del juicio personal del protagonista, de la sindéresis propia de Travis, que en el espectador se traduce como una introducción al mapa mental cercano a la esquizofrenia (la memorable escena frente al espejo, como un duelo cómplice de tal locura), catalizador de la paranoia de invasión exterior que sucumbe la psicología estadounidense del último medio siglo; la rebosante compra de armas que realiza Travis lo sugiere, igual que también nos acerca a la total falta de valores y sentido que hallan los ex-combatientes en contiendas bélicas (en este caso se hace mención, leve e inteligentemente, a la cercana guerra del Vietnam, de la que el protagonista fue partícipe), desvelándose por toda la historia una lucha interna y de redención, en la cual Travis se ve como un elegido para llevarla a cabo exteriormente; el sobrehaz de una sociedad en manos de este profeta que termina por perder todas las esperanzas, dejando escapar todos sus cartuchos en el momento en que Betsy le deja de lado. Este salvador particular se convierte en héroe sin quererlo, pasa de querer asesinar a un más que probable presidente a unos chulos; el rescate de tal infierno de la pequeña Iris es su catártica obra en vida, y cuando termina la película, el espectador sabe que su rumbo no se termina ahí, ni se ha curado ni va a descansar en paz. Idéntico a los personajes tan subjetivos e interiores como los de las obras de Henry Miller o Albert Camus, Travis Bickle se amolda oculto entre la muchedumbre y las luces nocturnas de la gran ciudad para seguir predicando en su cabeza su propio evangelio. Migue Muñoz ---------------------------- En una de las escenas finales, Robert de Niro mantiene una conversación con Jodie Foster sentados en un bar. En un momento dado Jodie Foster se quita las gafas de sol que lleva puestas y las deja encima de la mesa. Cuando al poco rato se las vuelve a poner son unas gafas completamente distintas. sanguil Hay dos intervenciones de Scorsese en el film: la primera y la más conocida, es la del cliente cornudo de Travis que amenaza con matar a su mujer con una magnun; la segunda es un breve cameo, en la primera aparición de Betsy le vemos sentado en un banco dirigiendo la mirada a la chica. alex lagua |
DATOS TECNICOS |
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English |
113 Min |
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